viernes, 2 de septiembre de 2011
Nada
Nada en mi escritorio puede sobrevivir bajo el agua. Los papeles, las fotos y los lápices se arruinan; yo no. Nado porque las gotas tocan partes que no veo de mí. Soy líquida y liquen. Me rodean el miedo y los azulejos azules. ¿Y si me quedara acá abajo? ¿Y si abriera la alcantarilla del fondo y me fuera yo también, temerosa y azul, por una cañería de ruidos guturales?
El agua es el mejor lugar para llorar en secreto.
Me gusta hundirme, encogerme, pegar las plantas contra la pared y disparar como un látigo, una bala efervescente, una raya que desova estelas de burbujas blancas a su paso. Avanzo con el pecho al ras del suelo, cuento venecitas. Los cuadrados son como edificios de una ciudad triste, y sobrevuelo todo eso –la melancolía y el tedio- hasta quedarme sin aire y dejar que el agua me suba -me suba y me salve- y me deje abrir la boca para decir: ahhh.
Ahhhh.
Qué lindo es respirar.
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4 comentarios:
HERMOSO, muy buen relato interior
HERMOSO, nada como un buen relato interior
Estuve ahí, con vos, a través de tu relato. Me encantó!
Yo también me sumergí con vos. =)
El otro día una compañera me hizo una observación inesperadamente cierta. Le comenté que para mí nadar ´tenía un efecto mágico, quizá porque se anula el sentido de la vista, y hay muy poca información. Y ella me dijo:
- Sí, y es el único deporte en el que hay que sobrevivir.
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