martes, 27 de septiembre de 2011

Autobombo



"En Lanús hay un barrio llamado Villa Giardino, al lado de otro de terrenos tomados llamado Acuba. Entre ambos, un muro y un conflicto que sintetiza el espíritu de un territorio que parece inabarcable: el conurbano bonaerense. Josefina Licitra cuenta esta historia con maestría, sin pretensiones de corrección política y con una claridad que conmueve. El resultado es un relato clásico y a la vez complejo, donde no hay buenos y malos y donde las palabras, lejos de encubrir, arrojan una verdad a la cara".

"Puedes mandar a Josefina a un desierto y conseguirá una historia. Hablará con las piedras, las dunas y las nubes y te mostrará lo conmovedoras que son sus vidas.
Su relato va del género policial al drama judicial. Pero sobre todo, nos enseña las caras oscuras de nosotros mismos. Sus personajes, como Marcelo o Baldassarre, encarnan las partes que no queremos ver de la Sudamérica triunfalista del siglo XXI." Santiago Roncagliolo

"Josefina viajó hasta un lugar del conurbano bonaerense que, décadas atrás, pudo ser un jardín pero terminó en desangradero. Volvió con este relato intenso en el que se mezclan cloacas, curtiembres, ríos pútridos y muertos jóvenes, una historia de vecindad amarga de los que tienen poco contra los que no tienen nada, aunque todos hayan llegado hasta allí buscando más o menos lo mismo. Y aunque, por supuesto, ya nadie se acuerde de eso." Leila Guerriero

sábado, 24 de septiembre de 2011

Nostalgia

Recién, haciendo nada en especial, me recordé a mis trece años llorando frente al espejo del baño porque nunca, nunca, nunca conocería a Don Johnson.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Singular

En el vestuario del club las viejas se bañan, se secan, se visten.
—Bueeeno –dice una-, me voy a almorzar, me duermo una siesta y recién después lavo los platos.
—El plato –dice otra-. El plato.

Mujer hablando por celular en el colectivo

“No, no, yo te digo: Albertito es la JOYA de la familia. Una JOYA es Albertito. Vos lo llamás, le decís lo que necesitás, y él eh… cobra. Y vos vieras cómo te lo resuelve. Una joya. Todas las familias tendrían que tener un Albertito”.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Nada


Nada en mi escritorio puede sobrevivir bajo el agua. Los papeles, las fotos y los lápices se arruinan; yo no. Nado porque las gotas tocan partes que no veo de mí. Soy líquida y liquen. Me rodean el miedo y los azulejos azules. ¿Y si me quedara acá abajo? ¿Y si abriera la alcantarilla del fondo y me fuera yo también, temerosa y azul, por una cañería de ruidos guturales?
El agua es el mejor lugar para llorar en secreto.
Me gusta hundirme, encogerme, pegar las plantas contra la pared y disparar como un látigo, una bala efervescente, una raya que desova estelas de burbujas blancas a su paso. Avanzo con el pecho al ras del suelo, cuento venecitas. Los cuadrados son como edificios de una ciudad triste, y sobrevuelo todo eso –la melancolía y el tedio- hasta quedarme sin aire y dejar que el agua me suba -me suba y me salve- y me deje abrir la boca para decir: ahhh.
Ahhhh.
Qué lindo es respirar.