jueves, 26 de agosto de 2010

Un posible intercambio


Ella era feliz.
Su marido era escritor.
Sus amigos eran escritores.
Tenía casa en Malibú.
Sus amigos escritores también tenían casa en Malibú.
A la noche, todos se juntaban a cenar y hablaban de W. H. Auden y de cómo hacer buenos suflés.
Ella era fácil y sofisticada. Ella era hermosa. Qué hermosa era Joan Didion.
Subía a los aviones descalza.
Una noche, a poco de cumplir cuarenta años de casados, ella y John Gregory Dunne -su marido- encendieron la chimenea. Él leía y tomaba escocés con hielo. Ella preparaba la cena.
Hasta que ocurrió el suceso.
Ella todavía lo dice así: el suceso.

La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba.

Eso escribió Joan Didion dos o tres días después de que su marido se desplomara de un infarto frente a la mesa del comedor; ocho días después de que su hija fuera internada por una neumonía seguida de choque séptico, y diez meses antes de que su hija muriera en un hospital.

Entonces, la pregunta es si la felicidad se paga.

jueves, 19 de agosto de 2010

Día 18 de las vacaciones

Cómo me cuesta la constancia. ¿Hace cuánto que no escribo acá?
Cosas que hice hoy:
Recorrer Toledo, después de tantos años.
Ir al "Museo de la Tortura" (sic), también en Toledo. Ahí estaban todos los utensilios que usó la Inquisición para matar a los herejes. Qué sofisticados nos volvemos cuando queremos hacer daño.
Después comí sándwiches. Después saqué una foto a una pareja de rusos muy enamorados. Después entré a la Catedral de Toledo. Después le dije a Joaquín que si seguía jodiendo lo iba a mandar a confesarse.
Qué es confesarse, preguntó. Contarle a un cura las cosas que hacés mal, le dije. Y el cura qué hace, preguntó. Te manda a rezar. Y qué es rezar. Hablar con Dios. Pero Dios no existe, dice Joaquín. Es cierto, le dije. Vámonos. Y nos fuimos. A Mc Donald's. Que también está en todas partes.