lunes, 20 de octubre de 2008

Joaquín

Todo lo puro cabe en tus pestañas dormidas.

sábado, 11 de octubre de 2008

Cambiar

Ayelén está sentada en un sillón de peluquería, ubicado en el centro de un estudio de televisión. Es morocha. Tiene el cabello largo. Frente a ella, también sentada, hay una chica rubia y entre ambas está de pie Guido Kaczka, el conductor de El Último Pasajero, el programa de más rating de la televisión dominical. La prenda se llama “Duelo de pelos” y tiene un argumento simple: la que no se anima a cortarse el cabello, pierde. Pierde ella y pierde su curso, que ve drásticamente reducidas sus posibilidades de ganar un viaje a Bariloche.
Ayelén lleva traje azul. Su contrincante viste de rojo. Los detalles son muchos, pero el concepto general es que Ayelén –si llega hasta el final- tendría que aceptar cortarse casi al ras para poder llevar lejos a sus compañeros. Una socióloga, Susana Saulquin, dice que en la cabeza -el cabello, los accesorios- se refleja la ideología de una persona. Cortarte el pelo sería entonces, y simplificando un poco, el equivalente a dejar de ser quien sos.
Ayelén está seria. En el estudio se oye el tema “Entrégate” y Kaczka se ríe de la misma forma en la que habla: a toda velocidad. Desde la tribuna los compañeros de Ayelén gritan como se le grita a un suicida en la cornisa. Ellos quieren que Ayelén salte.
- ¡Ayeee! ¡Te pagamos las extensiones, Aye!
- ¡Aye! ¡Vos podés! ¡Sos hermosaaa!
Los rasgos se le están cerrando; el rostro teje lentamente su propia muralla. Ayelén está haciendo esfuerzos por no llorar: es eso. No quiere llorar.
- A ver Aye: ¿Ya lo pensaste? –dice el conductor- Si acepás, ya sabés: ¡Podés llevar a toda tu división a Bariloche!!!!
La palabra Bariloche es un botón que lo enciende todo. La tribuna estalla y un hombre entrecano toma el micrófono. Se llama Eduardo. Es el padre de Ayelén. En mapuche, Ayelén significa “la alegría”.
- Hija –dice con la voz tranquila.
Ella lo mira. Debe tener diecisiete años, pero de golpe parece una niña.
- Hija, vamos, dale para adelante.
El resultado es que Ayelén no se animó. Y cuando dijo “no” (¿cuánta gente se anima a decir “no” ya no a su padre, sino a la televisión?) sus compañeros se abrazaron como si alguien hubiera muerto. Ayelén volvió sola a su tribuna. Se puso, sola, unas antenitas.
Esta escena ocurrió hace algunas semanas. Desde entonces, hago zapping los domingos y cada tanto encuentro una chica padeciendo ese dilema infame de joderse la cabeza o joder a su curso. En general, los defensores del “Duelo de pelos” –los hay en Internet- argumentan lo mismo que, sin dudas, sostendrán Endemol y Telefé cuando deciden lanzar este desafío al aire: que nadie obliga a estos pibes a ir, del mismo modo que nadie me obliga a mí a ver.
No es la primera vez que el falso liberalismo –“todos tenemos la posibilidad de elegir”- termina funcionando como argumento perfecto para generar momentos humillantes en televisión. Todos podemos cambiar de canal, del mismo modo que podemos hacernos los dormidos cuando sube una embarazada al subte. Siempre está la posibilidad de no mirar. Y de pensar, en este caso, que Ayelén firmó un contrato para participar de un concurso, y que cualquier presión es una parte más del show en el que ella eligió estar.
Pero la de elegir, se sabe, es una posibilidad compleja.
Elegimos en un mundo en el que seis mil millones de personas con distintos grados de poder también eligen, y eso hace que la opción de decir “sí” o “no” esté atravesada por un mar de variables que nos calientan la cabeza. Sólo por dar un ejemplo, sobran las mujeres que se dejan lastimar por sus maridos a cambio de un supuesto “amparo económico”. ¿Es esta permuta de maltrato por dinero un intercambio lícito? Todos respondemos que no, con la misma naturalidad con la que decimos “sí” cuando una adolescente –porque siempre son adolescentes mujeres- es sometida a un corte de pelo en una escena de violencia insoportable.
Tengo ochenta y dos canales pero ese domingo, cuando vi a Ayelén en la pantalla, no quise cambiar. Sería más justo que cambien ellos.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Lean, chicos, lean

Salió el nuevo número de La Mujer de mi Vida, composición tema “La secta de los naturales”. En el online se puede ver cuatro notas: la de Hernán Casciari, la de Quena Strauss, la de Fernando Martín Peña y la mía.