martes, 18 de mayo de 2010

Y un día como este llorás de felicidad


Carta abierta a Emilia.

La mañana del día que naciste me fui hasta Mataderos a buscar los chorizos que nos donó un carnicero mediático para hacer un festival solidario con choripaneada incluída. No me preguntes por qué, pero mientras iba manejando tuve la sensación de que tu llegada a este mundo era inminente. Para ese momento el colectivo de trabajadores del diario Crítica de la Argentina -que tu mamá y yo integramos- ya llevaba dos semanas de paro y tres días de permanencia pacífica en el lugar de laburo, por algo tan sencillo y elemental como reclamar que nos paguen los sueldos que nos deben. Esa tarde, después de poner los choris a resguardo en la cámara frigorífica de la pizzería que está enfrente de la redacción, fuimos con tu vieja a la doctora y nos dijo que "el cuello empezaba a madurar" pero que todavía faltaban "un par de días". Nos fuimos un tanto decepcionados por el diagnóstico, la dejé a tu vieja en casa y volví al diario donde los compañeros organizaban todo para el día siguiente. Mi ánimo estaba por los zócalos, las ganas de pelear intactas pero con las fuerzas bastante extintas, experimenté mi primer bajón de todo el conflicto. Ana, una de nuestras compañeras, se dio cuenta y se me acercó para animarme. "¿Cuándo viene Emilia?", me preguntó y yo instintivamente le respondí: "creo que está por llegar", animándome a contradecir los pronósticos de la mismísima ciencia. En eso estaba cuando de pronto sonó el celu: "Mau, ¿podés venir a casa? me parece que tengo contracciones". La voz de tu mamá confirmaba mis mejores sospechas. Trabajo de parto mediante, llegaste a este mundo a los trece minutos del domingo 16 de mayo, justo cuando en la redacción ocupada los chicos empezaban a desplegar sus colchones y sus bolsas de dormir para esperar el dia de la choriceada. Mientras te veía salir del vientre de tu vieja, no pude dejar de imaginarmelos a todos pariendo este conflicto originado en la avaricia de los poderosos y resistiendo el embate de estos personajes siniestros que manejan el producto de nuestro esfuerzo como se les dá la gana. Y te imaginé dentro de unos años, preguntándome que estábamos haciendo el día que naciste. Y me imaginé respondiéndote: "pariéndote junto a mis 180 compañeros".

Mauro Federico, trabajador de Crítica de la Argentina (y papá de Emilia)