jueves, 2 de enero de 2014

2014

Vi una gotera en el living. Algo nuevo en mi casa. Subí la escalera que me lleva al escritorio y desde ahí pude ver que uno de los techos –el que coincide con la gotera- estaba hecho una pileta. Algo tapaba el desagüe y la gotera del living pasaba a centímetros de un cable: todo un peligro. Me puse la campera, le pedí a Emilia –compañera de aventuras- que me ayudara a desplegar una escalera de cinco metros y subí al techo con mi vestidito de colores, con pala, bolsa y escoba, y con terror a resbalarme con la lluvia. Entonces vi: el desagüe estaba tapado de mierda. Sorpresa. No eran plantas ni tierra ni huevitos de pájaro. Kilos de inmundicia de gato flotaban en mi techo y tapaban todo. Había que empezar. Junté ese mundo de caca reblandecida en aguas durante varios minutos, hasta que la miasma bajó y la terraza volvió a su estado natural. “Ahí va” le dije finalmente a Emilia, y tiré la escoba, la pala y la bolsa con mierda. Después bajé, otra vez, con terror a resbalarme. Me saqué la campera, me lavé las manos. Sonó el teléfono. Era mi abuela. “Qué tal nena cómo empezaste el año” dijo. No sé qué respondí; nadie sabe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustó: femenino, audaz e independiente. El relato.