Sueño que tengo que hacerle una entrevista a Diego Maradona. La entrevista está pautada en un hotel de lujo, en una habitación donde se dispuso un escritorio iluminado por una luz cenital. Llego y Diego está sentado a un lado del escritorio, vestido con traje y corbata. Yo también estoy formal, especialmente bien vestida: parezco Melanie Griffith en Secretaria Ejecutiva. Incluso llevo tacos. Alrededor hay gente de producción ultimando detalles. Los miro satisfecha: me gusta que sea todo tan profesional.
Minutos antes de empezar la entrevista, Diego dice que tiene que hacer algo. Serán sólo unos minutos: a las siete de la tarde empezamos. Yo aprovecho para ir a comprar pilas. Bajo a la calle. Afuera es el barrio de Once en hora pico. Me apretujo entre la gente hasta llegar a una ferretería que hace las veces de librería. Pido pilas y, ya que estoy, compro un mapa para mi hijo en la escuela. El vendedor me trae un mapa mal arrancado y arrugado.
—Igual sirve –me dice.
Miro el papel.
—Esto es impresentable —se lo devuelvo y me voy. Siento que triunfé. Camino hasta otra librería —no sé si consigo lo que buscaba— hasta que finalmente subo al hotel porque son las siete de la tarde, la hora de la entrevista. Cuando subo la habitación está en penumbras, aunque la luz del escritorio sigue encendida. No hay nadie pero escucho un ruido de agua en el baño. “Es Diego que se está lavando las manos: ya empezamos”, pienso. Pero se abre la puerta y no sale Diego sino una señora asexuada y con cara de asistente eficaz. Después aparece un varón alto y atlético: es el productor general.
—Lamentablemente Diego tuvo que irse de urgencia a Mar del Plata —me dice. Él y la asistente me miran con cara de “qué macana”. Yo los miro. Siento que los ojos se me inyectan de sangre.
—¿¿¿Y entonces??? —digo.
—Bueno —dice él—. Capaz que podemos conseguir por millaje algún pasaje para que vayas.
Habla como un vendedor de chucherías. Siento que la ira se me sube a las mandíbulas. Entra en escena una nena de tres años y rulos castaños. Es la hija del productor. La alzo. La dulzura de la nena matiza mi odio. Miro al productor y a la asistente.
—Acabo de perder tiempo —digo. Prosigo con falsa serenidad, y a gritos: —Y YO NO TENGO TIEMPO.
Después miro a la nena: es hermosa. Me alejo con ella a upa, la acaricio.
—¿Te gusta tu pelo tan lindo? —le digo.
La nena levanta una mano y hace la señal de “maso”.
“Sos mujer”, pienso. “Vas a sufrir”.
Y así termina el sueño.
4 comentarios:
Jajaja, me encantó tu sueño aunque tenga partes medio pesadillezcas. No tengo ni idea del significado que pueda tener, pero algo te está diciendo seguro. Igual, los sueños son siempre muy delirantes y es difícil tomarlos en serio.
Te cae bien Maradona al menos?
Abrazo
Ja, que sueño loco.
Estás puteada, se ve. Sale Diego Maradona porque quieres humillar al hombre y no se te ocurre otro que'l díscolo de Dieguito. Odias ir de compras y pasa lo del mapa porque quieres ir, ir a dónde sea, aunque al llegar todo esté arrugado. Todo. Aquí hay sexo, siempre hay sexo. Lo dijo Freud, el pintor.
Indudablemente este no es un sueño premonitorio porque todo en él está controlado. El productor es el padre, tú eres la nena y la lesbiana es la figura de la madre castradora con el padre. Todo muy líado.El siete me despista por lo del roto, hubiera cabido mejor la hora sesenta y nueve que al ser divisible por veinte y tres despista menos de lo que parece.
Y nada más. No se si te habré ayudado algo.
Clarísimo.
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