Iba caminando por la calle. Estaba un poco distraída. Estaba respondiendo un mensaje de texto. Quizás mi ritmo entorpecía el tránsito por la vereda, no sé. La vereda igual estaba casi vacía. Era la calle Falcón. De repente alguien me pasó por el costado.
-Esas porquerías de mierrrrda -me dijo.
Era un hombre en ropas de trabajo. Llevaba un palo y un tachito de pintura.
-Bueh, no te pongás nervioso -contesté.
El tipo se detuvo. Me miró con ojos rojos, inyectados.
-Sabés el cachetazo que te daría, ¿no? -dijo en voz baja.
Necesité entender. Nunca antes un hombre había amenazado con pegarme y realmente: necesité entender. Me tomó un segundo. Mucho tiempo para un pensamiento.
-¿Vos les pegás a las mujeres? ¿Vos sos un violento?
Ni siquiera sé por qué dije eso. El hombre entonces levantó el palo y amenazó con pegarme y tuve que correr. Llamé a la policía a gritos, pero sabiendo lo obvio: cuando me di vuelta el hombre ya estaba girando por una esquina. Desaparecía.
Ninguna de las pocas personas que había en la calle se acercó a preguntar qué había pasado y si yo estaba bien. Seguí caminando, puse buena cara, busqué a mi hijo en la escuela. Y ahora que estoy en casa, mientras escribo, tiemblo. De desamparo.
3 comentarios:
En qué locura vivimos.
Mucho kernerista suelto en la calle.
cuidate!!
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